Se doraba la píldora para enmascarar ciertos sabores desagradables del preparado. A quien pudiera pagarlo, pues no estaba al alcance de todos…, salvo que el boticario decidiera otra cosa y dorara o plateara todas las píldoras con sabores desagradables que preparara.
¿Cómo se doraba?
Las paredes internas de un recipiente cilíndrico de madera de boj se recubrían con panes de oro o de plata. En él se introducían las píldoras a tratar, se cerraba y por un tiempo debían moverse a modo de maracas. Al terminar los panes de oro o plata habían desaparecido y las píldoras se mostraban cubiertas de oro o plata. Es de suponer que este método en rarísimas ocasiones se utilizaría para los enfermos procedentes de la Iguala, aprobada por el recién estrenado Colegio de Farmacéuticos de Vizcaya y la Junta General de la Delegación de Distrito, en octubre de 1900, del que extraemos algunos párrafos:
«3ª- Se establece como tipo mínimo de Iguala el de diez pesetas para el matrimonio, tres pesetas mas por cada individuo que se agregue a la familia, cinco pesetas si son dos los agregados y seis pesetas cincuenta céntimos si fueran tres»
«5ª- Quedan excluidas de la Iguala las peticiones verbales, las enfermedades venéreas, asma y mano airada. Igualmente quedan excluidas los llamados específicos, aguas minerales, sanguijuelas, los medicamentos homeopáticos y dosimétricos, vendajes, algodones, esparadrapos y cuantos aparatos y accesorios se pidan aun con receta del médico del pueblo»
Tengo la impresión de que ciento doce años después, y pese a las conquistas sociales peleadas y ganadas, nos dirigimos a una situación similar, en la que no todos los ciudadanos podrán tener acceso a cualquier medicamento en razón de su precio.
La verdad es que siempre pensaba: qué significará esta expresión, y por fín tengo una respuesta clara.
Respecto al acceso a los medicamentos, es cierto que estamos pagando cada vez más, y si seguimos así muchos caerán en el límite de la pobreza y de la subsistencia.