Como se ha dicho, tras el fracaso de los primeros meses de trabajo, Don Pedro no se vino abajo, es más, pronto comenzó a sostener un pulso con el otro farmacéutico del municipio (Don Ricardo Ruíz de Gopegui) que había instalado su botica diez años antes que el joven de Gatika, y que ocupaba la plaza de Farmacéutico Titular de la Villa. Un mes antes de expirar este contrato, Don Pedro solicitó dicha plaza y le fue concedida. Lógicamente su contrincante recurrió tal decisión y el Consistorio adoptó la solución salomónica de crear dos plazas de Titulares.
Si esto ocurría en un pequeño municipio de menos de mil habitantes a 20 Km de la capital, Bilbao ¿Qué desavenencias no tendrían los farmacéuticos vecinos en las poblaciones “importantes”? Desconozco las entrañas de otros colectivos profesionales, pero puedo decir que el nuestro (el de los boticarios) históricamente se ha desarrollado en la base de un individualismo estepario.
Para terminar quisiera decir que la aceptación del cargo de Farmacéutico Municipal llevaba pareja varias exigencias: vivir en el Municipio y pedir autorización al Alcalde de turno para poder ausentarse del mismo aunque sólo fuera por unas horas. Francamente, en ciento veinte años hemos mejorado en calidad de vida.
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