Cada vez que nos visitan profesores de historia de la farmacia, de la medicina o de la ciencia me satisface observar cómo se quedan absortos al sostener entre sus manos polvo para la preparación de la Triaca Magna, y no es para menos pues se trata de un medicamento que ha permanecido veintitrés centurias entre nosotros. Tres siglos antes del nacimiento de Jesucristo, en la ciudad egipcia de Alejandría se elaboraba la Theriaca – con valeriana, mirra, anís y azafrán entre otros muchos ingredientes- para usarlo como antídoto contra diferentes venenos. Ya en el siglo I, Andrómaco , médico del emperador romano Nerón, popularizó su Triaca Magna, preparada a partir de sesenta y cuatro drogas entre las que se encontraba la carne de víbora. Pues bien, todos estos ingredientes y muchos más han venido usándose para la fabricación de nuestra Triaca hasta 1905, en que la séptima edición de la farmacopea española, actualiza su composición eliminando muchos de sus ingredientes incluida la carne de víbora. Durante la Edad Media y hasta principios del siglo pasado se usó con profusión como antiespasmódico, tónico y calmante. Debe tenerse en cuenta que, en su composición, la dosis de opio era alta y que todo el producto se diluía en vino y miel.
Pretendo que estas pinceladas históricas acerca de la Triaca sirvan de botón de muestra para comprender cómo el medicamento, utilizado originalmente por magos y hechiceros, esencialmente no sufrió modificaciones en Occidente hasta que, a principios del siglo pasado, el desarrollo de las ciencias químicas permitió la investigación de nuevos y más efectivos fármacos.
Nota: La Triaca Magna desapareció definitivamente de la farmacopea española en su octava edición publicada en 1930. Su composición era muy reducida, sólo 18 productos entre los que no se encontraba la carne de víbora.