Lo confieso, me está sorprendiendo gratísimamente la sensibilidad hacia lo cultural, hacia la excelencia, hacia lo bello, de las alumnas y alumnos que vienen a visitarnos. Hace años que llevo escuchando en boca de algunos profesores: la apatía, la desidia, el desinterés, la falta de compromiso… de sus estudiantes.
En el corto periodo de tiempo que llevamos con la Farmacia Museo abierta al público, han venido a visitarnos numerosos grupos de jóvenes que cursan estudios relacionados con las ciencias de la salud, procedentes de centros públicos y privados, y de poblaciones más o menos numerosas de distinta tipología. Pues bien, siempre nos hemos encontrado con chicas y chicos con ansias de ampliar sus conocimientos, con proyectos de futuro, con muchas ganas de saltar al ruedo del trabajo y –lo que más nos ha sorprendido- con afanes culturales que la gente de mi generación catalogaría como “serios”. En este punto debemos agradecer a Begoña Madarieta (gestora del Museo Vasco de Historia de la Medicina y de las Ciencias) y a su director Anton Erkoreka, por ejercer de presentadores y altavoces de nuestro pequeño esfuerzo por dar a conocer la historia del medicamento y la de nuestras farmacias rurales.
No quiero terminar este comentario sin antes desear a todos estos estudiantes que se cumplan sus sueños y que se abran para ellas y ellos las puertas laborales que tanto ansían y por las que tanto están luchando.
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