Con ese nombre se denominaba al armario de la rebotica en que todo boticario custodiaba los: venenos, productos tóxicos, hipnóticos y otras sustancias dotadas de gran actividad terapéutica.

Periódicamente se debía dar cuenta del movimiento –entradas y salidas- de dichas sustancias y por ello es obvio que el boticario, estuviera haciendo lo que estuviera haciendo, no podía quitar la mirada de uno de sus ojos de dicho armario.

Las cosas han ido evolucionando y ahora el farmacéutico de lo que no puede quitar la vista es del Boletín Oficial del Estado, ni del Boletín Oficial de su propia Comunidad Autónoma. El año pasado, en Euskadi hubo que memorizar, asimilar y poner en práctica tres Decretos, cuatro Reales Decretos, una rectificación con corrección de errores a uno de ellos, y dos Resoluciones.

La labor sanitaria que debía desarrollar toda farmacia se ve mermada por el exceso burocrático, y creo que ésta situación es extensible a todo el ámbito sanitario.

¿No crees que sobran estrategas de oficina en los despachos ministeriales?