En 1900 toda botica que se preciara cuidaba de sus sanguijuelas, pero los bichos no andaban sueltos por el establecimiento sino protegidos en una vasija de loza con agua. Las sanguijuelas más apreciadas eran las que podían triplicar su volumen a base de chupar sangre humana.
Algo parecido parece haberse instalado en nuestra clase política, pero ya no es nuestra sangre la que chupan sino nuestros dineros, lo preocupante es que no tenemos la vasija para almacenarlos a todos juntos, por lo que propongo que los políticos apasionados por el bien común, una justa regulación social, o sencillamente interesados por la salud de nuestro sistema democrático, levanten la cabeza pero sobre todo su voz por encima de tanto desatino y hagan abandonar sus partidos a tanta sanguijuela que ha invadido nuestra sociedad.
Feb
02
2013
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